sábado, 10 de julio de 2010

Violin Concerto

Bonjour. ¡Cuánto tiempo ha pasado desde el último mensaje! dicen que el tiempo "vuela"...yo creo que el tiempo no vuela, nosotros "volamos", nos olvidamos del tiempo hasta que, como baldazo de agua fría, te encuentras a un viejo amigo/a y te dice "tanto tiempo..." y tú dices "si nos vimos hace poco" y él/ella responde "si dos meses es poco tiempo cuál será el tiempo corriente...". En fin...como decía Espinosa, si no mal recuerdo, "sentimus experimur que nos esse aeternos" (nosotros sentimos y experimentamos que somos eternos).
 Hoy traigo una exquisitez; el concierto para violín de Alban Berg. Brillante ejemplo del dodecafonismo.
 El dodecafonismo fue una "revolución musical" cuando surgió. Esta música se sustenta en el sistema atonal. Básicamente lo que sucede es que la música no se sustenta en una jerarquía tonal (por ejemplo, tomamos una pieza de Beethoven, como el popular "claro de luna" y nos dice Moonlight Sonata en C♯ minor). En esta pieza tenemos una nota que es quién se encuentra "por encima de todas", la que jerarquiza la música. Si tienes un oído atento y te pones a escuchar una pieza anterior al dodecafonismo posiblemente seas capaz de "predecir" cómo va a terminar la pieza (ya que siguen un "patrón" notal predeterminado). Haciendo una apreciación, "muy personal", yo siempre que escucho una pieza imagino un GRAN PINCEL que va pincelando las notas en letra de carta, cursiva y con una continuidad entre una y otra (seguro tú lo estás visualizando en este instante). Eso es el sistema tonal. En la atonalidad no somos capaces de predecir la siguiente nota o como termina la pieza (salvo que la conozcas de antemano). Ya en el dodecafonismo, propiamente dicho, encontramos las 12 notas establecidas en una relación ordenada pero no jerarquizada. En tu cabeza imagina 12 notas o 12 "cosas que quieras" según el orden que tú desees pero todas al mismo nivel, en una hilera, ninguna más arriba o más abajo que otra. Naturalmente, es el compositor quién decide el orden con la única condición imperante de que no se repita alguna hasta el final. Schönberg, creador del dodecafonismo, estableció una serie de reglas a tener en cuenta a la hora de componer. No obstante, no las voy a publicar aquí (pueden resultar engorrosas de comprender).




Intérprete: Leonid Kogan.